Show y erotismo con Marta Sánchez
Marta Sánchez canta en Botica Vieja durante dos horas con seis vestidos diferentes
Acompañada de un coro de cuatro voces, repasa los éxitos de sus 25 años de carrera
Marta Sánchez canta el tango «Nostalgias» en Botica Vieja, donde repasó los temas que le han acompañado durante su carrera. (Pablo Viñas.)
El show de Marta Sánchez comienza con aires de cabaret. El vestido largo y rojo que se convierte en mini con sólo un estirón, los sombreros de ala ancha, el primer Desesperada, suavecito, todavía sin ese ambiente discotequero con el que finalizará el concierto.
Lleva 25 años en los escenarios, pero baila como si el tiempo no hubiera hecho mella. Atlética. Impresionante. La actuación está convenientemente programada. Dos horas, seis trajes diferentes y el coro entreteniendo al público mientras ella se cambia. Todos esperan, expectantes, el próximo modelo. «¡Lleva los mismos zapatos!», se escucha decir, y ella se deja mirar mientras interpreta metódica una coreografía nada recomendable para los detractores del gimnasio.
El concierto se sucede y el público contempla, apenas baila. «Estoy feliz de estar en esta ciudad tan preciosísima. Me trae buenos recuerdos, hace tiempo que no actuaba aquí», deja caer como si nada, rematando la frase al final del concierto: «Espero que no tardemos tanto en vernos».
La escenografía, su ropa y las canciones conjuntan a la perfección en todo momento. Entona el tango Nostalgias con un ajustado traje negro, iluminación tenue y un sombrero con brillos; canta De mujer a mujer, mientras baila con un travesti tan flexible que parece de goma, y se convierte en la Reina de la Radio, ataviada con pantalones gris metalizado y una puesta en escena marciana, futurista, con unas piezas gigantes de ajedrez suspendidas en el escenario.
El espacio de Botica Vieja no se le queda grande. Pocos huecos para coger respiro y un público variopinto que le conoce desde vaya usted a saber cuándo: quizá desde que se alzara como sex-symbol en el panorama de la música pop española o quizá tan sólo desde ese último boom veraniego titulado Colgando en tus manos.
Por eso ella no se quiso olvidar de temas como La chica ye-yé que contentaron a los veteranos ni tampoco del exitazo de su colaboración con Carlos Baute, en esta ocasión interpretado por el único hombre que le acompañó en los coros.
El remate del concierto consistió en más espectáculo. Varios operarios colocaron una máscara gigante y blanca dentro de la cual se sentó Marta Sánchez. Una máscara que giró y giró haciendo aparecer y desaparecer a esta mujer que, aunque parezca un tópico, no puede dejar de reinventarse.
Lleva 25 años en los escenarios, pero baila como si el tiempo no hubiera hecho mella. Atlética. Impresionante. La actuación está convenientemente programada. Dos horas, seis trajes diferentes y el coro entreteniendo al público mientras ella se cambia. Todos esperan, expectantes, el próximo modelo. «¡Lleva los mismos zapatos!», se escucha decir, y ella se deja mirar mientras interpreta metódica una coreografía nada recomendable para los detractores del gimnasio.
El concierto se sucede y el público contempla, apenas baila. «Estoy feliz de estar en esta ciudad tan preciosísima. Me trae buenos recuerdos, hace tiempo que no actuaba aquí», deja caer como si nada, rematando la frase al final del concierto: «Espero que no tardemos tanto en vernos».
La escenografía, su ropa y las canciones conjuntan a la perfección en todo momento. Entona el tango Nostalgias con un ajustado traje negro, iluminación tenue y un sombrero con brillos; canta De mujer a mujer, mientras baila con un travesti tan flexible que parece de goma, y se convierte en la Reina de la Radio, ataviada con pantalones gris metalizado y una puesta en escena marciana, futurista, con unas piezas gigantes de ajedrez suspendidas en el escenario.
El espacio de Botica Vieja no se le queda grande. Pocos huecos para coger respiro y un público variopinto que le conoce desde vaya usted a saber cuándo: quizá desde que se alzara como sex-symbol en el panorama de la música pop española o quizá tan sólo desde ese último boom veraniego titulado Colgando en tus manos.
Por eso ella no se quiso olvidar de temas como La chica ye-yé que contentaron a los veteranos ni tampoco del exitazo de su colaboración con Carlos Baute, en esta ocasión interpretado por el único hombre que le acompañó en los coros.
El remate del concierto consistió en más espectáculo. Varios operarios colocaron una máscara gigante y blanca dentro de la cual se sentó Marta Sánchez. Una máscara que giró y giró haciendo aparecer y desaparecer a esta mujer que, aunque parezca un tópico, no puede dejar de reinventarse.